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“Con lo poco que tengamos siempre vamos a estar ahí

Explosión de comedores, ollas y merenderos en barrios populares

Con una tasa superior a la reproducción de los contagios se da la explosión de comedores, ollas populares y merenderos en la mayoría de los barrios populares. Pocas Pulgas se acercó a la intimidad de muchos de los que han proliferado o crecido en el oeste de San Fernando con la llegada de la pandemia y la declaración de la cuarentena obligatoria. Porque hoy es cuando echar luz y dar voz a esta verdadera epopeya popular nunca del todo bien contada, y dejar en claro la real dimensión de su tarea para la subsistencia de muchxs argentinxs. Una nota necesaria. Para conocer de los motivos, de los recursos escasos, de las profundas y urgentes necesidades y de las pocas y fundamentales esperanzas.


Vamos a escuchar lo que nos cuentan Andrea del comedor “Popular Andrea”, la Tana y la Muyi de merendero y olla popular “Rayito de Luz “, la Beti del merendero “Walter“, María Teresa del merendero y olla popular “Panza llena, corazón contento ”y Graciela del comedor “Cristo la Roca”. Como otras tantas mujeres de nuestra argentina olvidada y vulnerada son las capitanas de una lucha histórica invisibilizada que pelea en voz baja contra el hambre y la miseria que genera una sociedad profundamente injusta. A todas les da impulso una fuerza capilar y chiquita que nace bien de abajo, digna y poderosa, para lograr que nadie se caiga y todxs tengan el plato diario de la mera subsistencia. Es la llama más pequeña y constante del “para todxs todo” que de barrio en barrio se enciende y se renueva cada vez que una nueva crisis nos parte al medio como sociedad, y profundiza la fragmentación y el deterioro de la dignidad y del vínculo social.

Está vez, una inédita crisis sanitaria desatada por la pandemia del Covid-19 se combinó y acentuó la crisis social y económica que heredamos del Macrismo. Y así se despertó o hizo más fuerte en Beti, Andrea, María Teresa, la Tana y Graciela ese impulso de ayudarse unos a otros, para que nadie se caiga ni se quede “sin un plato de comida” como afirman todas. Son empleadas domésticas, cocineras, desempleadas o vendedoras de pan casero, todas fieles exponentes de la economía Popular. Se paran en la vereda de enfrente del “sálvese quien pueda”, y dan una tremenda respuesta solidaria en los barrios populares que nace de la sensibilidad primordial frente a la necesidad hiriente de lxs niñxs y lxs ancianxs. Que nace del dolor de “saber que solo podes ayudar una o dos veces por semana y no porque lo elegimos sino xq no tenemos los medios para hacerlo más” como nos cuenta la Tana. “Siempre me salió ser solidaria” asegura Beti y “con esto de la pandemia no la dudé, era el momento”.

Sus comedores, ollas populares y merenderos son los últimos tramos emparchados de una red de contención humanitaria digna de admiración, porque reciben a los que no están cubiertos ni “anotados” en ninguna otra institución más formal como la escuela, los centros comunitarios, los clubes o sociedades de fomento. Entonces, cuando parece no quedar sostén alguno, allí surgen ellos. La mayoría funcionan en casas de familias, los menos en iglesias evangelistas. Están encabezados por mujeres. Ellas son las que llevan la voz cantante, organizan y hacen posible la tarea. Pero toda la familia se pone al hombro esta empresa solidaria, nadie en el hogar se queda sin función. Todos aportan algo.


Se paran en la vereda de enfrente del “sálvese quien pueda”, y dan una tremenda respuesta solidaria en los barrios populares que nace de la sensibilidad primordial frente a la necesidad hiriente de lxs niñxs y lxs ancianxs.

Ellas cuentan que los espacios se sostienen a pulmón, sin ayuda estatal de ningún tipo. Una de ellas afirma con enojo que “al municipio llame y todavía estoy esperando”. Y otra completa “nunca jamás se acerca nadie para ver si necesitábamos algo”. Graciela es contundente “acá no se ve la ayuda de Desarrollo Social que dicen todos que llegan para los comedores”. Pese a este ausencia imperdonable, no le aflojan. Están acostumbradas a hacer mucho con poco, como nos dice María Teresa “siempre vamos a estar acá para ayudar, con lo poco que tengamos”.

Así es que la comida que dan se suele bancar con una “vaquita” que se junta de varias fuentes. Un poco de lo que pueda salir de los propios y dolidos bolsillos: “tengo mi sueldito de empleada doméstica y lo gastó en esto” afirma Graciela del comedor y merender Cristo la Roca. Otro poco de donaciones de pequeños comercios u organizaciones sociales de la zona, y de vecinxs sensibles “al dolor de lxs que la están pasando tan mal” nos cuenta Andrea en consonancia con las voces de todas. Pero si “nadie nos dona, compró yo de mi bolsillo” asegura Beti. Ahora muchas también piden por facebook, whatsapp, y a veces llega algo de ayuda por ahi. Cualquier medio es vàlido. Con los años de yugarla fueron construyendo una “saber hacer” aprendido a base de gastar suelas y golpear puertas. Este saber práctico les permite captar los pocos recursos a disposición en la zona y les da a todas la seguridad de que de “algún lado va a salir la mercaderìa” como claramente expresa María Teresa. Por ejemplo, Andrea empezó con harina. Al inicio de la cuarentena obligatoria, un día hizo tortafritas y le dijo a los vecinos, “los que puedan me traen fideos, arroz, aceite, y cosas así, que con eso voy a empezar a cocinar los sábados y domingo”. Y la cosa fue creciendo hasta darle de comer a 150 personas.

“... tengo mi sueldito de empleada doméstica y lo gastó en esto” afirma Graciela del comedor y merendero Cristo la Roca.

Solo entre ellas actualmente le están dando de comer a más de 700 personas de los barrios San Roque, San Ginés y Villa del Carmen. Aunque “cada vez son más los que vienen, de todos lados, de las Tropas, de la 28…” cuenta Graciela y su relato se parece mucha al de todas. “Cada vez mas jubilados que no les alcanza para nada y comen un vez por día” agrega con mucha pena en la voz.

Algunas se ponen límite para preparar la comida y se la brindan a un grupo fijo de familias. Otras dan lo que pudieron llegar a preparar hasta que se quedan sin. “Nosotros no hacemos inscripción ni nada, solo tienen que venir. Son todos bienvenidos” dice la Tana. Si bien cada comedor o merendero funciona por separado, la necesidad de la gente que todavía tiene el “tupé” de comer de lunes a lunes, hace que se forme espontáneamente un entramado por el que va circulando la información de dónde, cuándo y qué se sirve en distintas partes del barrio. Andrea cuenta que a mis familias les aviso “el lunes dan en esta parroquia, el martes en esta otra, y así. Les voy avisando y si puedo los acompañó”. Maravilloso.

Advierten con preocupación y franqueza que “la gente le está perdiendo el miedo al virus. Ahora, la necesidad está en el primer lugar, el miedo al virus en el segundo” concluye María Teresa. Frente a esta advertencia, toda aseguran que toman todas las precauciones necesarias para cuidarse y cuidar, en base a las recomendaciones de las autoridades sanitarias.

Como un coro entonan una invitación generalizada a la sociedad para “que vengan a conocer de primera mano la realidad de la gente humilde y ayudar y escuchar cómo viven las personas de estos barrios, que la están pasando muy mal” se escucha en la voz de Andrea.


A quienes quieren acercarse y/o ayudar con recursos e insumos acá va la información:

Comedor “Popular Andrea”. Andrea Suarez 113106 4037

Merendero y olla popular “Rayito de Luz “. La Tana 116787 3099

Merendero “Walter “. La Beti 115527 4262

Merendero y olla popular “Panza llena, corazón contento”. María Teresa 116209 8860

Comedor “Cristo la Roca”. Graciela 113008 9225

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