Una política de la presencia para humanizar la distancia
El aporte esencial de las organizaciones comunitarias del Conurbano Bonaerense para sostener la vida y la dignidad de lxs que menos tienen en medio de una crisis sin precedentes
Al momento de escribir esta nota contamos 126 días desde que comenzó a regir la medida de ASPO (Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio) por el Covid-19 en la provincia de Buenos Aires. Desde la Escuela Popular San Roque y la Radio Pocas Pulgas entrevistamos a diferentes trabajadorxs de 15 organizaciones comunitarias de barrios populares de la zona norte y oeste del Gran Buenos Aires pertenecientes a la RAE (Red de Organizaciones Comunitarias y educativas), Red de Centros Educativos Comunitarios y Red El Encuentro, todas nucleadas en InterRedes (*). En medio del trajinar cotidiano nos compartieron miradas y sentires sobre cómo están atravesando esta etapa en cada uno de sus espacios y en conjunto con la comunidad. Queremos que conozcan la tarea monumental que llevan adelante cientos de organizaciones comunitarias que, basadas en la presencia y la ternura como principios políticos pedagógicos, buscan preservar un piso de dignidad humana en un contexto inédito.
“El rol de los centros comunitarios es responder a las necesidades del barrio. Nos pusimos eso al hombro y acá estamos”
Patri. Centro Comunitario Para todxs todo, Barrio Rafael Obligado, San Miguel.
Las organizaciones comunitarias en sus diferentes expresiones (centros comunitarios, apoyos escolares, escuelas populares, centros de infancia, etc.) se caracterizan especialmente por ser parte y trabajar en conjunto con la comunidad a la que pertenecen. Son espacios del barrio, que además de brindar propuestas pedagógicas, educativas, recreativas, lúdicas, se organizan para responder a sus necesidades, asistir y contener. Basan su tarea educativa en la presencia y en la ternura como principio político y pedagógico. Este principio explica en gran parte que estas más de 200 organizaciones de todo el conurbano hayan coordinado sin una definición centralizada un tipo de respuesta solidaria similar para acompañar y sostener una labor esencial: la atención a la emergencia alimentaria y escolar, sin descuidar nunca lo humano en el más amplio de los sentidos. Gracias a la reflexión sensible, permanente y colaborativa sobre la práctica de los equipos, y al fortalecimiento del trabajo articulado en red, pudieron dar respuestas creativas y adecuadas a las problemáticas muy particulares que emergen del aislamiento en los sectores populares. Con una sorprendente capacidad de adaptación, fueron cambiando para estar presentes, ofreciendo alimento, recreando los vínculos y narrando colectivamente esta experiencia.
Las experiencias de las organizaciones comunitarias recopiladas en esta nota, arraigadas en los barrios populares de San Fernando, San Isidro, Tigre, Vicente Lopez, Olivos, José León Suárez, San Martín, Virreyes, San Miguel, Moreno y José C. Paz, dan cuenta de cómo durante el aislamiento obligatorio, las problemáticas y necesidades se multiplicaron, y se sumaron -o profundizaron aún más- a las que ya existían en el conurbano bonaerense; región que en diciembre de 2019 contaba con un 51% de su población bajo la línea de pobreza (Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina).
En estos barrios, los vecinos y las vecinas pertenecen casi en su totalidad, al sector del trabajo informal no registrado. Son trabajadoras domésticas por hora, cocineras, empleadas de maestranza, changarines, plomeros, albañiles, cartonerxs. Todxs vieron afectados drásticamente sus ingresos y en muchos casos los dejaron de percibir. Como afirma Rocío, coordinadora del Centro “Niño Dios” de la Red de Centros Educativos Comunitarios, cuando emerge una crisis social, económica y sanitaria de tal envergadura ellxs “son los primeros que caen”. La incertidumbre y las angustias generalizadas en las familias y las organizaciones no se hicieron esperar por la baja abrupta en sus ingresos ya deteriorados durante el macrismo. Empezó a complicarse seriamente el acceso al alimento y a otras necesidades vitales como los servicios básicos, la ropa de abrigo, zapatillas, frazadas, colchones, medicamentos y artículos de limpieza no sólo para poder llevar a cabo las medidas de prevención. Comenzó a estar en juego la mera subsistencia.
Por eso, el “quedarse en casa” tan necesario, es un pedido noble pero difícil de sostener cuando la casa y el barrio se vuelven territorios donde todas estas tensiones se encuentran y se complejizan. Yani, de “La Casita” de Vicente López de la misma Red nos cuenta que “lo del cansancio, si bien a todos nos pasa, en estas situaciones habitacionales todo se intensifica. A veces son muchas familias compartiendo espacios muy reducidos. Ahora empieza el invierno, el frío y la lluvia, algunas casas se llenan de humedad o inundan”. Aislamiento obligatorio más condiciones de vida indignas: falta de ingresos, mala alimentación, hacinamiento y otros etc. más, componen una ecuación que puede poner en jaque el bienestar de cualquier familia. Por si esto fuera poco, “los centros comunitarios, como las escuelas, funcionamos como ordenadores de las familias. Al recibir a lxs niñxs, les dábamos un espacio a las mamás para ir a trabajar o hacer changas, y ahora todo eso se frenó. No sólo se tienen que ocupar de las necesidades de lxs chicxs sino de rebuscárselas para poder llevar el pan” concluye Yani. No obstante, tanto por arriba como por abajo, la solidaridad empezó a moverse para traer algo de alivio. Por un lado, muchas familias han sido beneficiarias del Ingreso Familiar de Emergencia (IFE), la Tarjeta Alimentar y las extensiones de la AUH. Por otro lado, como veremos, en momentos así la solidaridad popular emerge con miles de ollas y meriendas y se las arregla para sostener y cobijar con poquito y nada.
En este contexto, la situación de los niños, niñas y adolescentes se volvió en extremo compleja. A las problemáticas familiares previas, el aislamiento sumó novedades: la interrupción de todos sus lazos sociales y la reconversión a una escolaridad en modo “emergencia” muy insuficiente y sesgada. Naturalmente se alteraron sus rutinas y surgieron nuevas necesidades que ni lxs adultxs a cargo, ni las organizaciones comunitarias pueden acompañar del todo. Sabrina, coordinadora del Centro Santa María de San Isidro, nos cuenta que “desde el principio notamos una problemática que se fue profundizando con el tiempo, ligada al aburrimiento de los niñxs y a la paciencia de lxs adultxs para sostenerlo y entretenerlos. Aparecen mucho las pantallas. Los chicos y chicas se fueron mostrando cada vez más desganados para hacer la tarea, ni quieren acceder a hacerla”. Es que, como relata Gisell de Centro Ceferino de San Fernando “los pibes quieren salir de sus casas. No por lo que el común de la gente pensaría, por que son rebeldes adolescentes, sino porque la situación de las casas hierve. Muchas situaciones rodean todo el tiempo el maltrato, entonces es difícil pedirles paciencia y que se queden en la casa. Ahí nosotros intervenimos para que salgan a pasear un rato con el barbijo puesto, para soltar. Se trata más de pensar estrategias de cuidado que de obligación”
Estas preocupaciones y la imposibilidad muchas veces de poder resolverlas recrudecen problemáticas preexistentes en los barrios. Luz Aramendi del Centro Comunitario CreSer de José León Suárez agrega que se alcanzó tal “necesidad económica que genera mucha tensión y muchos problemas. Las familias sienten más inseguridad que antes, hay muchos tiroteos entre bandas. Y a esto se suman los casos por violencia de género”. Según el Observatorio MuMaLá “Mujeres, disidencias y derechos”, entre el 1 de enero y el 31 de julio del 2020, hubo en Argentina 160 femicidios. La mayoría de los casos (97) se produjeron durante la cuarentena. En el 68% de los casos, el crimen ocurrió dentro de la vivienda de la víctima, en el 76% de los casos, el femicida era su pareja, su ex-pareja o un familiar, y un 70% de los casos ocurrieron en la provincia de Buenos Aires. Estas cifras nos alarman sobre el accionar deficiente de las políticas públicas en materia de prevención y acompañamiento y visibiliza aún más la situación de vulnerabilidad de muchas mujeres que, al día de hoy, están transitando el aislamiento obligatorio con sus agresores.
“Nos fuimos reinventando día a día para seguir estando presentes”
Alejandro educador del Centro Caacupé de San Fernando
Frente a todas estas necesidades, frente al miedo y la incertidumbre ante una pandemia que nadie sabe cuándo ni cómo va a terminar, las organizaciones comunitarias se reinventaron al calor de su presencia y su escucha atenta a las cambiantes necesidades de las familias que participan en ellas. Con la parálisis del principio a cuestas, caminando a tientas y haciendo experiencia, fueron modificando -por completo en muchos casos- sus funcionamientos habituales para poder estar presentes de una forma cuidada, tanto para los equipos de trabajo como para las familias.
Todxs lxs entrevistados coinciden en señalar el “estar presentes” como el rasgo distintivo de sus organizaciones. Al unísono resaltaron que la presencia de lxs educadorxs comunitarixs no se reduce al solo estar físicamente, sino a “todo lo que implica estar, con una escucha atenta, una empatía. Es ese intento de conectar con un otrx que está vivenciando el contexto en el que vive” sintetiza Rocío de Niño Dios. Y agrega que “implica tener una doble mirada, de cómo estamos cada unx, y a la vez poder mirar y escuchar y estar con esx otrx y estar atentos a esa necesidad y también a eso que el otrx reclama, o lo que el otrx tiene ganas de hacer, no solo definir que van a necesitar comida... Es estar en esa escucha atenta de poder percibir eso y no a lo que cada unx nos parece”. En el mismo sentido argumenta Gisell del Ceferino al afirmar que “nuestra presencia física, emocional y simbólica a través de la palabra, a través de saber que estás, tiende el lazo y abre el puente entre el no ser que muchas veces la sociedad les marca, por cuestiones sociales, familiares, barriales, y el ser. Nosotros buscamos que puedan ser desde ellos y ellas mismas. Esto incluye trabajar por sus derechos, promoviéndolos, conociéndolos, transformándolos en garantes. Para generar el lazo social que no muere con una intervención, que queda prendido. Todos los días buscamos encender esos fueguitos que van a quedar prendidos ahí. Y cuando ellos toman su propia voz, ahí es cuando siento que la tarea está hecha”.
A partir de este principio político y pedagógico tan poderoso de la presencia, desde un primer momento y de forma mancomunada cientos de estas organizaciones fueron haciendo frente a la emergencia sanitaria, alimentaria y social sosteniendo tres pilares fundamentales: el vínculo humano, la propuesta pedagógica y lo alimentario entregando viandas, alimentos y mercadería. Para esto último, incluso, buscando los recursos necesarios para incrementar la cantidad de raciones por la creciente demanda. Porque, como señala Sabrina del Centro Santa Maria -y habla por todxs lxs entrevistadxs- “aparecieron muchas familias nuevas que vieron que estábamos dando mercadería y se empezaron a acercar para recibir ayuda”. En general, los números se duplicaron o triplicaron. Hacer frente a esta demanda creciente las obligó a recrear de forma continua la búsqueda de estrategias novedosas y la construcción colectiva de herramientas y recursos que permitieran adaptarse y poder llegar a todxs lxs vecinxs.
Para esto fortalecieron tanto los propios espacios de reflexión sobre la práctica al interior de los equipos de trabajo como el trabajo en red a nivel territorial. Como cuenta Fernando Neo del Centro de Educación Complementaria “La Loma” de Olivos, si bien “la vida institucional se ha modificado tratamos de mantener esquema similar de reuniones a lo que se venía manteniendo antes. Tenemos reuniones de turno entre los docentes de cada turno mañana y tarde. Tenemos reuniones de coordinación y reuniones de equipo de orientación con los maestros, reuniones de jóvenes y reuniones de coordinación general o de programa. Tratamos de mantener el esquema por más que cueste apostando mucho a fortalecer el vínculo interno ya que es muy importante trabajar las relaciones entre nosotros. Charlar como la va llevando cada uno para poder tener presente las realidades de todos”. Asimismo, la gran mayoría plantea como lo hace Sabrina que “estamos trabajando mucho más en red con otro centros. Con redes donde participamos pero tal vez no era tanto el intercambio”.
Sin dudas, como nos cuenta Gisell del Ceferino de San Fernando “el primer gran cambio fue perder la presencialidad: eso fue lo que más resintió el funcionamiento del centro.” Porque como agrega Alejandro, educador del Centro Caacupé “la esencia de la educación popular reside en el contacto con lxs niñxs y las familias en el día a día. Al cortarse eso, fue un shock muy grande … una parálisis, un “y bueno, ¿ahora qué? y ahora la nada, el vacío”. Pese a los primeros momentos de zozobra y parálisis vivido por casi todxs, las organizaciones fueron reencontrando su “sur” y reorientando su tarea. Como aclara Gisell “tuvimos que pensar una línea de continuidad sin estar presentes físicamente, sabiendo que ellxs lo están necesitando. Siempre hubo que sostener desde una pedagogía de la presencia, ahora más”. Así surgieron, por ejemplo, los llamados cotidianos y los relevamientos: trabajadores y trabajadoras comunitarias en contacto periódico con las familias, con los niños, niñas y jóvenes, llevando registro de la situación alimentaria, sanitaria, emocional, escolar, económica, el acceso a herramientas tecnológicas y demás variables, que permitieron tener un panorama preciso de las necesidades de cada familia y seguir brindando un acompañamiento lo más cercano posible. Procesando esos llamados en relevamientos para cruzar datos duros, cuantitativos, con el saber más cercano, sensible e íntimo de la realidad de cada familia.
Como ya señalamos, muchas organizaciones además, optaron por apoyarse y fortalecer las redes barriales. Patri, del Centro Comunitario Para Todxs Todo de Barrio Obligado, San Miguel, nos cuenta que: “hace años trabajamos en red con las instituciones del barrio: la salita, las escuelas, los centros comunitarios, la casa de la mujer y los merenderos. A medida que avanzó la pandemia, nos fuimos organizando para poder responder a las demandas del barrio. Se sumó muchísima gente a pedir sustento alimentario, ropa, frazadas, pañales, y se aumentó muchísimo la cantidad de viandas que entregamos. Compañerxs de la red están tomando registro de esto para poder responder mejor.”
En todos los casos, los equipos de educadorxs tuvieron que reagruparse en función de lxs compañerxs que estaban habilitadxs para sostener las tareas (cuidando a muchxs que pertenecen a los grupos de riesgo); reacomodar físicamente los espacios, para trabajar de forma cuidada respetando los protocolos sanitarios vigentes y recibir de forma segura a las familias; y reformular la propuesta pedagógica, adaptándola a la modalidad virtual o a distancia, y capacitándose, además, en el uso de dispositivos móviles, redes sociales y herramientas digitales.
“Nunca pensamos en dejar de cocinar”
Marcela. Centro Comunitario Rodolfo Coronel (Cuartel V, Moreno)
El aumento de la necesidad de alimentos fue notorio en todos los barrios. De la entrega de viandas para cada niñx anotadx, se pasó a la entrega de viandas a grupos familiares enteros y a otros vecinos y vecinas que estaban pasando necesidad. Espacios de jóvenes, como el Gallo Rojo de Barrio Rafael Obligado, que brindaban talleres, tuvieron que “redefinir áreas prioritarias de trabajo en base a las necesidades de la gente del barrio y de nuestrxs jóvenes, por ejemplo, la entrega de viandas, que antes no hacíamos”, nos contó Mimi, educadora del centro. Otros centros introdujeron novedades para “seguir estando presentes con las familias de formas que nunca nos habíamos imaginado” nos dice Alejandro de Caacupé, cuando nos cuenta que se abrió “un servicio nocturno que están llevando adelante unas compañeras con la ayuda de nuestra parroquia, y que están cocinando para los mayores adultos, están llevando las viandas casa por casa”.
Algunas organizaciones de barrios con circulación comunitaria del virus, por seguridad, tuvieron que reconvertir el servicio alimentario diario a una entrega de bolsones de mercadería semanal o quincenal. Este sistema implicó mucho mayor presupuesto, y la creación de campañas solidarias de donación para poder costearlo..
A pesar de este panorama, la solidaridad vecinal se organiza y se traduce, como dice Sergio de Nuestro Lugar y Crecer, en miles de “ollas populares y merenderos como estrategia para sostener lo alimentario.” Estos espacios rebrotaron en las esquinas de cada barrio y, en muchos casos, articularon con las organizaciones y los merenderos para garantizar todas las raciones diarias de alimento, todos los días de la semana.
“El contenido es la presencia”
Giselle coordinadora del Centro Ceferino
Por un lado, acompañar la escolaridad de lxs niñxs y jóvenes es una tarea muy difícil porque se da en un contexto de gran vulnerabilidad y precariedad. Pablo del Centro “Los de Fondo” de Bancalari, lo plantea claramente al referirse al acompañamiento que comenzaron a desarrollar: “es muy difícil ya que la mayoría no tiene conectividad ni cuenta con dispositivos, y si los tienen lo utilizan de manera compartida con el resto de su familia.” Es decir, en su gran mayoría lxs niñxs, jóvenes y sus familias tienen un acceso muy precario a la conectividad, a los dispositivos y demás herramientas tecnológicas que requiere la continuidad pedagógica a distancia. Sergio Vargas del Centro Comunitario Nuestro Lugar y Crecer de San Fernando nos cuenta: “se habla de continuidad pedagógica desde la políticas educativas pero la verdad es que esto no es así... No están dadas las condiciones para asegurar una educación a distancia: no todas las personas ni todos los pibes tiene posibilidades de sostener esto, no tienen celulares ni hablar de computadoras. Venimos de 4 años de gobierno macrista que golpeó mucho a los sectores populares y en los que se dejó de recibir computadoras en las escuelas. Creo que es muy poco democrático el alcance de la educación a distancia, aunque no creo que esto sea educación a distancia.” Por esto, desde las organizaciones muchas veces se habla de una educación de emergencia muy mal implementada para su desarrollo en las condiciones materiales y familiares de los sectores populares. Incluso la continuidad pensada en base a los cuadernillos que bajaron desde los ministerios de educación nacional y provincial no pudo darse adecuadamente en la mayoría de las familias que participan en los centros, pese a los esfuerzos de todos los actores: Ministerios, escuelas, familias y de las propias organizaciones. Como Pablo explicita “muchos colegios se manejaron con cuadernillos pero en muchos casos las familias debían imprimir su material de estudios y eso lo volvía muy difícil. Por eso desde el centro se estuvo articulando para realizar las impresiones de los materiales”. La continuidad siempre resultó una empresa difícil de sostener; no obstante, todas las organizaciones comunitarias continuaron buscando caminos para el acompañamiento de tareas escolares virtual vía Whatsapp, Videollamadas o redes sociales. Respecto de estos caminos Luz de Creser plantea que “estamos acompañando también las trayectorias escolares de los pibis. El acceso al zoom casi es nulo por la disponibilidad de conectividad y de dispositivos. También ayudamos con la impresión de actividades o cuadernillos que manda la escuela o con los materiales necesarios para los pibis que están trabajando sobre la alfabetización con una educadora del equipo que se dedica específicamente a eso”.
Por otro lado, en cuanto a las propuestas político pedagógicas de las organizaciones -en algunos casos críticas y alternativas a las de la escuela-, la ausencia de los encuentros cara a cara, la pérdida de la calidez, la intimidad, la simultaneidad y la sincronía que trajo la pandemia, puso en primer plano otro principio rector que se entrelaza con la presencia y que cada centro lo lleva a la práctica con gran diversidad: el valor fundamental del vínculo humano profundo con todas sus aristas, y su valor como sostén y base fundamental de la tarea educativa. Rocío del Centro Niño Dios que se encuentra en Rincón de Milberg nos cuenta que “lxs educadorxs comunitarios estamos aportando presencia” y cuando lo dice refiere al sentido profundo señalado más arriba. Para esto necesitan siempre encontrar momentos para “parar la pelota y hacer un rastreo de lo que realmente se necesita o se tienen ganas del otro lado. Podemos proponer un montón de cosas pero también hay un otrx que puede no tener ganas, puede no querer o querer otra cosa, o necesitar otra cosa.”
Este contexto significó un enorme desafío pedagógico para lxs educadorxs, quienes fueron reinventando sobre la marcha las propuestas educativas propias, intentando principalmente resguardar y sostener el vínculo. Para esto generaron espacios de encuentro y acompañamiento, partiendo, a la vez, de las herramientas, posibilidades e intereses de lxs pibxs, garantizando que todxs puedan recibirla y que también puedan hacerla. La estrategia seguida por todas de forma muy particular y diversa, como veremos, nos recuerda la sentencia fundamental que acuñó hace casi dos siglos Simón Rodríguez: “o inventamos o erramos”. En este sentido, Alejandro de Caacupé cuenta que “nos fuimos reinventando día a día para seguir estando presentes sin estar en el aula... Al principio lo que ideamos fue poder acompañarlos en las tareas escolares. Creamos grupos por niveles, en donde lo que hacemos es dar una mano con las tareas que les mandan desde las escuelas. No conformes con eso creamos una pequeña revista con algunos juegos para que puedan hacer en sus casas con sus familias”. Por su parte, Luz de Creser agrega que “cada educador se dividió a los pibis (entre 10 y 15 cada uno) para hacer un seguimientos individual de ellos y sus familias. Funciona muy bien para nosotres y nos garantiza estar más atentos y más cercanos”. En el mismo sentido, pero diferente Marcela de Centro Comunitario Rodolfo Coronel de Cuartel V, Moreno detalla que “Pensamos mucho las actividades. Queremos que sean divertidas, y sobre todo novedosas. Trabajamos con la ESI, incluimos el cuidado de la naturaleza y del entorno, pensando el cuidado de la salud como algo mucho más amplio que lavarse las manos. Gran parte de nuestra comunidad es paraguaya, peruana, y tienen mucho conocimiento sobre el tema del cultivo, asique también pensamos actividades en este sentido. Además, garantizamos los materiales para que puedan realizarlas (masas / témperas / cartuchera con lápices, etc), y que no tengan que salir del bolsillo de las familias que sabemos que no la están pasando bien. Ellxs nos mandan muchas producciones de lxs niñxs y nos comparten los progresos que van haciendo, están muy contentxs. Eso nos motiva un montón y nos hace pensar todo el tiempo en seguir mejorando nuestra propuesta pedagógica.”
Así surgieron cuadernillos, revistas, boletines, que se imprimieron y se repartieron a las familias. Las plataformas virtuales se volvieron un canal central: los grupos de Whatsapp se convirtieron en espacios de encuentro que muchas veces implican nuevos agrupamientos respecto de los tradicionales. A través de Facebook o Instagram, lxs educadores comparten información, fotos y videos dirigidos a las familias, y también de lxs niñxs mostrando sus trabajos y producciones. Mediante audios se comparten propuestas lúdicas, cuentos, historias, leyendas. Mediante Zoom se proponen encuentros grupales o individuales, para verse y conversar de una forma más cercana, y también para jugar. De estas prácticas surgió un “Recursero de técnicas participativas virtuales” y se organizó una masiva Jornada de juegos a través de Zoom.
En el mismo sentido, Luz de Creser, cuenta que están “tratando de hacer que las familias reciban dos o tres propuestas o estímulos semanales que tengan que ver con algo más lúdico que los divierta y que les posibilite otra forma de estar en la casa. Para esto tomamos las propuestas e ideas que surjan desde los pibxs, para que puedan despegar un poco de la tareas domésticas y las tareas de la escuela, utilizar los espacios, su cuerpo y darle continuidad al trabajo con la ESI. Nuestra idea se basa en compartir estos estímulos a través de imágenes, gifs o videos cortos y precisos que no duren más de tres minutos. Cada 15 días hacemos la entrega de la revista Creserina que es más familiar pero también le fuimos agregando juegos acompañados de algún elemento (una tapita) que permite que el juego se lleve adelante, recetas para comidas, información en relación al cuidado sanitario, violencia de género y toda información útil que no circula por los grupos de Whatsapp. La revista siempre va acompañando y resignificando las ideas y materiales que se comparten en la semana”.
Una búsqueda pedagógica que no cesa a pesar del gran obstáculo que las organizaciones fueron encontrando. Como bien lo cuenta Yani, de La Casita, “nos fue muy complicado llegar a los nenes porque no todas las familias tienen acceso a internet o computadoras. El acceso es a través de los celulares de las madres, y a veces tienen datos y a veces no. No obstante, en un contexto en donde los niños están todos el día en la casa es importante que les ofrezcamos juegos o cuentos para que todos puedan participar, pasen un buen rato, reírse”. Por eso la contención es bastante amplia, en muchos sentidos. Como vemos, es otro denominador común la idea de acompañar de una manera muy integral, donde lo lúdico y la risa ocupan un lugar central. Como lo cuenta Rocío “nos conectabamos con las familias para mandarles desafíos, que eran juegos o cosas más de arte, para descomprimir un poco, para que los chicos se conecten con otras cosas y no solo con lo escolar”. Estas otras cosas más allá de lo escolar refieren a lo que nos dice Gisell: “para mi hay que sostener desde una pedagogía de la presencia. Tratar de sostener el vínculo sin que importe tanto el contenido. Porque no era pensar en dar el taller de electricidad porque hoy no importaba. Sino cómo sostener el vínculo para que el otro o la otra sienta que no está todo perdido. Fue a partir de esa manera en que empezamos a reconfigurar nuestra práctica y hoy por hoy nuestra conclusión como equipo es que sostenemos en un espacio como el Whatsapp, lo que sería el espacio de juntada en la puerta del “Cefe” que es todo un ritual histórico, o en la mesa de entrada. Esa es una de las ventajas de esta virtualidad., encontramos la cercanía en la distancia, y ahora estamos en plan de humanizar esa distancia”.
Las radios barriales reafirmaron, una vez más, el lugar central que ocupan en la comunicación comunitaria. A través del dial o por internet, por Whatsapp o los canales de Youtube y Spotify, lxs jóvenes, educadorxs y talleristas, pensaron, produjeron y circularon podcasts, programas, enlatados, compilados de música y demás que permitieron acercarnos nuestras voces en el distanciamiento. Marcela del Rodolfo Coronel cuenta que hay un grupo que “está realizando a distancia, un programa de radio que le pusieron “La voz de la niñez”. Cada unx desde su casa envía material para el programa y el profe de computación lo compagina. Ellxs eligen los temas que tratan y arman el programa. Se hizo eco de esta propuesta la Radio Comunitaria La Posta, que es del barrio, y que lo retransmite.
Con una gran plasticidad, demostrando una gran sensibilidad a las condiciones y necesidades de los sujetxs que participan de sus propuestas, las organizaciones no dejaron nunca de desarmar y rearmar sus estructuras para “estar presentes”. Generaron nuevos agrupamientos flexibles, se encaminaron a construir una cultura digital con las familias en condiciones muy precarias, desplegaron aún más la práctica de un currículum abierto con centralidad en la presencia, los vínculos, la grupalidad y la expresión. Esto para seguir cumpliendo una tarea educativa monumental e imprescindible.
Nadie salva a nadie, nadie se salva solo. Todos nos salvamos en comunidad
Paulo Freire
Las organizaciones comunitarias han demostrado una vez más, el papel indispensable que ocupan dentro del tejido social de los barrios. Las políticas públicas que se llevaron a cabo trajeron alivio en muchas familias, pero la situación de los comedores, merenderos y ollas populares, deja entrever que no fueron suficientes para paliar del todo las consecuencias de una pandemia devastadora para toda la sociedad, pero en especial, para los sectores históricamente postergados. Pese a no haber recibido presupuesto extra, lxs trabajadores comunitarixs y educadorxs populares le pusieron el cuerpo a esta ardua tarea que significó acompañar las necesidades, sostener la presencia y el vínculo, y garantizar la tarea pedagógica en un contexto de extrema precariedad. Como dijimos al principio, con su tarea preservaron y preservan lo humano brindando alimento, profundizando su presencia, priorizando los vínculos, lo lúdico y la expresión para intentar que niñxs, adolescentes y jóvenes sientan que hay esperanza y puedar ir más allá de esta experiencia. Para pensarla, nombrarla y narrarla. Para conocerla y transformarla como diría el maestro Paulo Freire.
Sin dudas, surgen interrogantes, preocupaciones, incertidumbres sobre el futuro y las consecuencias de este presente inmediato. Pablo Pavin, de Los del Fondo, Bancalari, Boulogne, nos da un panorama de la realidad que se vive en la mayoría de los barrios y sus instituciones comunitarias: “Creo que cuando esto se vaya va a repercutir en muchos aumentos y esto va a perjudicar aún más a los sectores populares, a nosotrxs. Necesitamos ayuda de UDIS y CJ (**) Tuvimos que empezar a pedir donaciones porque las becas ya no alcanzan. Evidentemente, esta situación va a empeorar progresivamente y vamos a necesitar de una reestructuración a nivel nacional y también regional, que implique Estados muy presentes que puedan intervenir en este nuevo contexto.”
Patri, del Centro Comunitario Para todxs todo de Barrio Rafael Obligado, San Miguel, también nos comparte algo “positivo”, que, sin embargo, viene con sus interrogantes aparejados: “durante este tiempo, se acercaron muchxs más vecinxs al centro y anotaron a sus hijxs para que empiecen a venir cuando pase la pandemia. Esto, por otro lado, nos va a significar mayor demanda de recursos a futuro y si no aumentan las becas va a ser muy complicado poder costearlo”. Yani, de La Casita de Vicente López, nos invita a “seguir generando solidaridad social para reconstruir los tejidos barriales, para que el individualismo que puede surgir en el contexto pos-pandemia no se expanda. Apostemos por la solidaridad social, porque de esta vamos a salir todos juntos.”
Sabemos y reafirmamos más que nunca, que la salida es colectiva y en red. Que los desafíos que vienen son inciertos, pero que, como hace más de 30 años, en la primera línea de asistencia seguirán estando las organizaciones comunitarias. Creemos que en este contexto se dimensiona lo indispensable de esta tarea y se visibiliza una lucha histórica que se sostiene a pulmón, día a día en cada barrio, en cada aula, en cada cocina, por garantizar el pleno ejercicio de los derechos en los niñxs y jóvenes de los sectores más vulnerables. En este sentido, será central la discusión social y el papel que jueguen las organizaciones en torno a políticas públicas referidas a su labor, como la “trilogía” de proyectos presentados recientemente por la diputada nacional Claudia Bernazza, como parte de la agenda nacional “Niñez y Comunidad”. En el tratamiento o no de estos proyectos durante el presente año legislativo se juega la suerte de una serie de iniciativas centrales para fortalecer y reconocer legalmente la tarea de las organizaciones comunitarias que día a día garantizan integralmente los derechos de lxs niñxs y jóvenes más postergados de nuestra patria. Y aquí recuperamos lo que plantea Claudia: “que la ternura sea Ley”
Agradecimientos para lxs compañeros Fernando Neo de La Loma de Vicente López, Luz de Creser de San Martín, Pablo de Los del fondo de Tigre, Sergio Vargas de Crecer y Nuestro Lugar de San Fernando, Patri de Para Todos Todo del Barrio Obligado en San Miguel, Marcela del Rodolfo Coronel de Cuartel V en Moreno, Lucy del Lagarto Juancho del Barrio Vucetich en José C.Paz, Mimi del Gallo Rojo del Barrio Obligado en San Miguel
Centro Caacupé de San Fernando (Alejandro), Ceferino de San Fernando (Gisell), NIño Dios de Rincón de Milberg (Rocío), Santa Maria de San Isidro (Sabrina), La Casita de Vicente López (Yani).
(*) InterRedes, es una Red de Redes, compuesta hoy por 6 Redes: Red El Encuentro, Red Andando, Coordinadora de Jardines Maternales de la Matanza, RAE (Red de Organizaciones Educativas y Comunitarias), Colectivo de a Pie y Caritas San Isidro. InterRedes integra 210 organizaciones sociales y comunitarias, con fuerte trabajo territorial en el Conurbano Bonaerense, en las que participan 21.250 niños, niñas, adolescentes y jóvenes. 2500 educadores comunitarios están a cargo de las tareas necesarias para sostener los centros y las redes.. Trabajan articuladamente desde hace más de 25 años con niñas y niños desde bebés hasta jóvenes en contextos de pobreza. Es el objetivo fundacional de la InterRedes la incidencia en la Política Pública de Infancia, adolescencia y juventud a través de acciones en articulación con el Estado Provincial y Nacional. Vienen desarrollando procesos significativos que han dado como resultado la reformulación del programa de Unidades de Desarrollo Infantil, consolidando una modalidad de atención a la infancia, la adolescencia y juventud que se caracteriza por la integralidad, la participación y el protagonismo de la comunidad en los diversos aspectos de la vida de los centros.
(**) Unidades de Desarrollo Infantil (UDIS) y Centros Juveniles (CJ) son dos programas del gobierno provincial destinados a subsidiar a través de becas, a las organizaciones sociales y comunitarias que acompañan el desarrollo integral de niños, niñas y adolescentes desde la perspectiva de derechos. Pese al aumento de partidas presupuestarias destinadas a alimentos del Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, estos programas no han modificado en nada los fondos con los que financian su tarea estas organizaciones comunitarias.
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